Esta casa de pueblo, con más de 100 años de antigüedad, requería una reforma integral que respetara y rehabilitara los elementos rústicos que le conferían su encanto y personalidad.

Para lograrlo, trabajé codo a codo con el arquitecto, desde la conceptualización y redistribución de los espacios, hasta la definición de los elementos más característicos.

El desafío era ambicioso: incluir un baño en cada planta, una suite, dos habitaciones grandes, un espacio integrado de cocina y salón, un montacargas, una piscina, un trastero y, además, garantizar la entrada de luz natural a todas las estancias. Todo ello en una superficie de 30 m² por planta, más una terraza.

La estructura de la escalera volante, con una forma cambiante en cada nivel, fue clave para optimizar el espacio y cumplir con nuestros objetivos.

Durante el proceso, estudié los planos, investigué referencias, realicé modelado 3D y alzados, además diseñar el mobiliario de cocina y baños. También seleccioné materiales, colores y texturas, y me encargué de negociar con proveedores, gestionar imprevistos y coordinar a los diferentes industriales. Me impliqué en cada etapa de la obra, analizando y cespecificando hasta los más pequeños detalles.

Entre las intervenciones más significativas, instalamos nuevas ventanas de madera, bajas, con alféizares que aportaban mayor luminosidad y amplitud, creamos una estructura de soporte para la piscina que a la vez generaba una doble altura de techo para diferenciar cocina-comedor